sábado, 30 de abril de 2011

Falleció el maestro Ernesto Sabato

El escritor argentino Ernesto Sabato murió esta madrugada a los 99 años en su casa de Santos Lugares, al occidente de Buenos Aires, donde permanecía desde hacía algunos años por sus problemas de salud. Debido a una ceguera de la que fue víctima en los últimos años, el autor había abandonado la lectura y la escritura, e incluso la pintura, una de las aficiones con las que solía ocupar su tiempo libre ahora que los problemas de la vista no le permitían leer ni escribir.

En los últimos días una bronquitis había complicado su salud, destacó en declaraciones radiales su compañera Elvira González Fraga.

Nacido en la localidad bonaerense de Rojas el 24 de junio de 1911, Sabato abandonó su carrera científica en los años 40 para dedicarse a la literatura. Su primera publicación fue la recopilación de ensayos titulada Uno y el Universo.

Sin embargo, el reconocimiento a nivel mundial llegó en 1961 con Sobre Héroes y Tumbas y la consagración en 1974 con Abaddón, El Exterminador, que completan la trilogía iniciada con El Túnel (1948), obra adaptada a la pantalla grande en 2006.

El célebre autor fue galardonado con el Premio Cervantes en 1984 y propuesto como candidato al Nobel de Literatura de 2007 y no fue reconocido solo por su oficio de escritor sino también por presidir en 1984 la Comisión Nacional sobre Desaparición de Personas (Conadep), encargada de juzgar los crímenes de lesa humanidad cometidos por la última dictadura militar argentina (1976-1983).

De este proceso judicial, el único iniciado hasta ese entonces contra un gobierno de facto en Latinoamérica, nacería el informe Nunca más, una obra que relata secuestros, torturas y asesinatos cometidos sistemáticamente por la dictadura.

La última obra que se conoció de Sábato fue España en los Diarios de mi Vejez, fruto de sus viajes al país en 2002, mientras Argentina se sumergía en una de las más fuertes crisis económicas de su historia…

Esta mañana, nada más levantarme, mi mamá me contó la noticia, y debo confesar que me llenó de profunda consternación y tristeza.

Conozco al autor desde que de muy chico leí El Túnel, su obra más mencionada, pero no fue hasta hace poco, como ya mencioné en la entrada acerca de Sobre Héroes y Tumbas, cuando mi amigo Tulio Fernández comenzó a recomendarme esta obra, que le cogí un inmenso aprecio a este escritor. Sobre todo luego conocerlo más a fondo y de leer los ensayos Antes del Fin y La Resistencia, obras que ya reseñé en su momento en este blog y en las que, como mencioné anteriormente, “refleja lo profundamente preocupado que parece estar por el futuro de los jóvenes, aludiendo hasta el cansancio a los problemas de la sociedad moderna, al individualismo, a la pérdida de los valores espirituales y la necesidad de la comunicación con el otro, en obras plagadas de existencialismo.

Ya en la entrada de Sobre Héroes y Tumbas recordaba que el maestro Sabato estaba a punto de cumplir el siglo de edad, y tenía planeado para ese día, el próximo 24 de junio, rendirle un homenaje muy merecido a este entrañable escritor. El hecho de que en lugar de eso esté ahora hablando de su fallecimiento hace que se me encoja el corazón…


Así relata la triste noticia el diario La Nación de Argentina:

Magro, sombrío, con un dolor casi permanente en el rostro, el paso de Ernesto Sabato por la vida y la literatura argentina deja una huella indeleble, a pesar de lo escasa de su obra y de su presencia con cuentagotas en la vidriera pública.

Raúl Alfonsín pensó en este pesimista pertinaz para presidir la Conadep cuando hablar de los derechos humanos no era un deporte nacional sin riesgos ni una bandera agitada por mero oportunismo político. Los militares acababan de retirarse del poder y aún se mostraban amenazantes en 1984, con los servicios de inteligencia aún respondiéndoles, y los reflejos intactos para dar el zarpazo de vuelta, si cabía la ocasión. El peronismo se había comprometido a respetar la autoamnistía castrense, pero había perdido las elecciones y la Historia daba un inesperado viraje sin precedentes.

Hacía falta una mente matemática, un experto en luchas militantes de verdad y un literato célebre por lidiar con fantasmas parecidos y oscuros en sus novelas Sobre Héroes y Tumbas o Abaddón, El Exterminador para abrir las puertas de ese infierno, sobrevivir al intento de sistematizar esos horrores y dejar a las generaciones venideras esa fabulosa, y al mismo tiempo ascética, constancia de coraje que fue el informe que permitió juzgar a las juntas de comandantes.

Le cabe, sin exagerar, a Sabato el título de sabio, en el sentido más integral de la palabra, porque también fue doctor en física y tuvo una relevante actuación en el campo científico. Es común que aquellos que se destacan en ciencias exactas, se mantengan totalmente ajenos el ámbito de las humanidades y viceversa, como si un mismo cerebro no fuese capaz de compatibilizar materias tan alejadas entre sí. Sabato, en cambio, las supo hacer convivir en su cabeza.


Su actitud reconcentrada y de cavilaciones constantes escondían un mundo interior complejo, que cuando lo expresaba, sólo excepcionalmente, podía resonar áspero, por momentos asfixiante, y casi siempre soberbio.

Dolía escucharlo, pero al mismo tiempo cautivaba por lo que decía y cómo lo decía. Su voz privilegiada brindó al relato de la muerte y traslado de los restos del general Lavalle dimensiones de epopeya. Contracara de Jorge Luis Borges, por lo que éste se prodigaba socialmente y por su profusa obra y espíritu ligero, las relaciones entre ambos fluctuaron de nulas a difíciles y de difíciles a encuentros furtivos donde ninguno de los dos dejó de ser el que era.

Pero así como nos retaceó lo más que pudo su palabra verbalizada y mucho más todavía su palabra escrita, Sabato nunca dejó de ser el buen vecino de siempre, fiel hasta el fin a su pago chico de Santos Lugares, donde siempre vivió y donde esta madrugada, a las 0.40 se durmió definitivamente, rodeado de sus familiares más cercanos, para no darle el gusto al calendario, dentro de 55 días, de verlo cumplir cien años.

En el documental Sabato, mi padre, que filmó su hijo Mario, dijo que a su muerte quería ser velado en el Club Atlético de Santos Lugares, el lugar de encuentro habitual con amigos, como un vecino más, donde nadie lo obligaba a ser de bronce. Allí, en Severino Langeri al 3100 de esa localidad, a partir de las 17 y hasta las 24 podrán despedirlo quienes por allí se acerquen. Mañana, su cuerpo partirá hacia el cementerio Jardín de Paz. Pero sólo su cuerpo. Su obra y sus dichos quedarán interpelándonos para siempre.

Pueda ser que se le otorgue el Premio Nobel de Literatura ahora, y no de manera póstuma como sucede tan a menudo.” Así terminaba mi entrada de Sobre Héroes y Tumbas. Ahora deseo que al menos lo hagan, aunque sea ahora que ya no está…

Se ha ido un grande, un maestro, un sabio.

La literatura está de luto.

Paz en tu tumba, querido maestro.



Los dejo con el tráiler del documental Sabato, Mi Padre, que filmó el único director que lo podía hacer, su hijo Mario:


3 comentarios:

✿ Belle ✿ dijo...

:( que golpe, si hace nada hablábamos sobre él en tu blog deseando que le dieran ese premio tan merecido. Al menos deja un gran legado para uso y disfrute de las próximas generaciones. Muy triste... :S

Netomancia dijo...

En estos días se le iba a rendir un homenaje en la Feria del Libro de Buenos Aires, incluso hay un stand dedicado a él. Un pena, sin dudas.
Un gran artículo el que escribiste, bien reflejás la figura de Sábato.
Saludos.

Sonix dijo...

Yo no he leído mucho de él, solo "Sobre héroes y tumbas" y "El túnel" pero siempre he admirado su trabajo y quiero leer más... desde luego, seguramente ha tenido una vida plena y nos deja una obra maravillosa. Que descanse en paz.

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